El rey Carlos III estuvo ocupado la semana pasada conmemorando los 80 años de la victoria aliada sobre la Alemania nazi y preparándose para volar a Canadá para la ceremonia inaugural de su Parlamento a finales de mes. Pero su agenda pública se vio eclipsada una vez más por un estallido muy publicitado de su distanciado hijo menor, el príncipe Enrique.
Este se ha convertido en un patrón familiar para el monarca de 76 años. Dos años después de su coronación, su reinado se perfila tan lleno de acontecimientos como extrañamente inmutable en su narrativa central: la de un padre atribulado que dirige una prole desordenada.
La emotiva petición de Enrique de reconciliarse con su familia —hecha en una reciente entrevista con la BBC, en la que reflexionó sobre el tiempo de vida que le quedaba a su padre, enfermo de cáncer— hizo resurgir las amargas rupturas en el seno de la familia real, que todavía no ha encontrado su equilibrio en la aún incipiente era carolina.
“Hay una sobrecarga en la forma en que vemos el reinado de Carlos”, dijo Ed Owens, historiador que escribe sobre la monarquía británica. “No se ha puesto realmente en marcha, ni estamos seguros de cuánto durará”.
Sin duda, el rey ha hecho mucho. A pesar de someterse a tratamientos semanales contra el cáncer que le diagnosticaron el año pasado, viajó a Francia, Australia, Polonia e Italia. Encontró tiempo para elaborar una lista de reproducción para Apple Music (en la que aparecen Kylie Minogue y Bob Marley), hizo de anfitrión en banquetes de Estado y posó para retratos.
Pero los comentarios de Enrique, que se produjeron tras una derrota legal en relación con sus dispositivos de seguridad en el Reino Unido, volvieron a centrar la atención en la grieta que se abrió en 2020 cuando él y su esposa, Meghan, se retiraron de la vida real y se trasladaron a California.
Catalina, princesa de Gales; Guillermo, príncipe de Gales; Enrique, duque de Sussex; y Meghan, duquesa de Sussex, en el castillo de Windsor en 2022Credit…Foto de consorcio por Kirsty O’Connor
Algunos observadores de la realeza advierten que, a menos que Carlos encuentre la forma de curar esa desavenencia, esta podría definir su reinado, socavando los mensajes de tolerancia e inclusión que ha defendido durante tanto tiempo.
“Cuando se escriba la historia del rey, esto le perjudicará”, dijo Peter Hunt, antiguo corresponsal de la realeza para la BBC. “Representa a una institución que trata de la familia, la unidad y el fomento del perdón. Su función es unir a la gente y, sin embargo, no puede unir a la gente en la puerta de su casa”.
El palacio de Buckingham se abstuvo de hacer comentarios sobre la relación del rey con su hijo. Pero rechazó la afirmación de Enrique en la entrevista de la BBC de que su padre podría haber hecho más para evitarle la pérdida de protección policial automática, financiada con fondos públicos, cuando visita el Reino Unido.
“Los tribunales han examinado todas estas cuestiones repetida y meticulosamente, y en todas las ocasiones se ha llegado a la misma conclusión”, dijo un portavoz del palacio en una declaración inusualmente ácida.
Un tribunal de apelación dictaminó el 2 de mayo que un comité gubernamental había actuado correctamente al denegar a Enrique la protección automática tras dejar de ser miembro activo de la realeza. Él dijo que no cree que sea seguro llevar a su esposa e hijos a casa sin dicha seguridad.
El palacio hizo un llamamiento a los periodistas para que no se centraran en el drama familiar durante una semana dedicada a las conmemoraciones del Día de la Victoria en Europa. Lejos de calmar las aguas, dijo Hunt, eso tuvo el efecto de mantener la atención en Enrique más tiempo del necesario.
“Es un asunto privado, pero están utilizando todo el peso de la institución para responderle”, dijo Hunt.
El rey Carlos, la reina Camilla, Guillermo, príncipe de Gales, y Catalina, princesa de Gales, conmemorando el 80 aniversario del Día de la Victoria en Europa en la Abadía de Westminster, el jueves.Credit…Foto de consorcio por Julian Simmonds
Enrique sigue distanciado de su hermano mayor, el príncipe Guillermo, así como de su padre, lo que se añade al retrato de una familia dividida y disminuida. La semana pasada, cuando los miembros de la realeza se reunieron en el balcón del palacio de Buckingham para ver un sobrevuelo de aviones de guerra, sus filas eran notablemente escasas.
El hermano menor del rey, el príncipe Andrés, sigue en el exilio interno, tras el escándalo de sus vínculos con el depredador sexual caído en desgracia Jeffrey Epstein. La historia de Andrés también resurgió en las últimas semanas con la muerte de Virginia Giuffre, una mujer que Epstein le presentó y con la que posteriormente resolvió una demanda por abusos sexuales. Su familia dijo que se había suicidado en Australia.
A Guillermo, la pérdida de Enrique y Andrés, así como la enfermedad de su padre, lo han empujado a un papel público más evidente.
El año pasado se reunió con el presidente Donald Trump en la reapertura de la catedral de Notre Dame de París. Montó en un tanque durante una visita a los soldados británicos en Estonia. Y representó a su padre en el funeral del papa Francisco el mes pasado, que tuvo lugar solo unos días después de que Carlos y su esposa, la reina Camilla, se reunieran con Francisco en el Vaticano.
“A veces se ha considerado perezoso a Guillermo, pero lo vemos gravitar hacia actos más grandes y mediáticos”, dijo Owens, el historiador. “Está puliendo su reputación de estadista”.
Guillermo ha dedicado gran parte de su energía a un programa para abordar el problema de las personas sin techo en seis ciudades de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Al igual que su padre, sigue siendo activo en materia de cambio climático, aunque Owens dijo que ambos habían modulado sus voces a medida que los objetivos de energía neta cero se han vuelto políticamente delicados.
El príncipe Guillermo hablando de un proyecto de viviendas de apoyo para personas con problemas de salud mental, en febrero. La enfermedad de su padre y el distanciamiento de su hermano lo han empujado a un mayor papel público.Credit…Foto de consorcio por Henry Nicholls
El mes pasado, el heredero al trono causó quizá su mayor sensación entre el público británico al ofrecer sagaces comentarios deportivos antes de un partido de la Liga de Campeones que enfrentaba a su club de fútbol favorito, el Aston Villa, con el París Saint-Germain. Uno de los presentadores, Rio Ferdinand, bromeó diciendo que podría quitarle el puesto.
El puesto que Guillermo no quiere, al menos por ahora, es el de su padre. Pero los temores sobre la salud del rey han hecho ineludible hablar de la sucesión. A finales de marzo, Carlos fue hospitalizado brevemente tras una reacción a su medicación. El palacio insistió en que se trataba de un pequeño bache en el camino hacia la recuperación, pero hizo saltar las alarmas en las emisoras británicas, para las que el fallecimiento de un monarca pone en marcha una cobertura sustancial.
Nada en el calendario del rey sugiere que esté bajando el ritmo. En todo caso, ha abrazado sus obligaciones con un celo que, según los observadores de la realeza, o bien es prueba de una sólida recuperación, o bien es la marca de un hombre que sabe que dispone de poco tiempo.
Cuando inaugure el Parlamento de Canadá el 27 de mayo, no será una visita real cualquiera. Carlos, quien es rey de Canadá, será un símbolo de la soberanía canadiense en un momento en que Trump pide que se convierta en el estado número 51 de Estados Unidos.
Según todos los indicios, Carlos disfruta con su papel de agente del poder blando británico. Recientemente, recibió al presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, y envió a Trump una carta invitándole a una segunda visita de Estado al Reino Unido.
Pero los observadores de la realeza afirman que estos compromisos de alto nivel no ocultan el hecho de que su enfermedad le ha impedido llevar a cabo el tipo de reformas de la monarquía británica que muchos esperaban tras su coronación.
“A este hombre le han quitado el impulso”, dijo Owens.
Mark Landler es el jefe de la corresponsalía en Londres del Times. Cubre el Reino Unido así como la política exterior estadounidense en Europa, Asia y Medio Oriente. Es periodista desde hace más de tres décadas.
